Cuando el cocinero Pedro Martino me propuso colaborar en la presentación de uno de sus platos, su versión contemporánea de la casadiella, supe que era una oportunidad única para tender un puente entre la artesanía textil y la gastronomía de autor. En su cocina, como en la artesanía, hay un profundo respeto por el origen, por el proceso, por la materia prima y por la historia que cada creación encierra.

Para este proyecto diseñé y elaboré tapetes artesanales utilizando dos fibras que forman parte de la historia textil de Asturias: la lana de oveja xalda y el lino. Esta combinación no es nueva: históricamente se utilizó en los tejidos destinados a la indumentaria tradicional, uniendo las propiedades térmicas y resistentes de la lana con la frescura y ligereza del lino. Juntas, estas fibras cuentan una historia de saber hacer, de adaptación al entorno y de vida cotidiana en nuestra tierra.

La lana xalda, cálida, rústica y resistente, aportó textura y profundidad al tejido. El lino, con su elegancia natural y su suavidad al tacto, dio el contrapunto perfecto, creando un equilibrio entre fuerza y sutileza. Los tapetes no eran solo una base decorativa para la casadiella reinventada de Martino: eran una extensión del relato, una forma de presentar el plato sobre un lienzo lleno de significado.

Los tapetes no eran solo una base decorativa para la casadiella reinventada de Martino: eran una extensión del relato, una forma de presentar el plato sobre un lienzo lleno de significado

Esta colaboración me recordó una vez más cómo la artesanía puede dialogar con otros lenguajes creativos, cómo puede estar presente en una mesa, en un gesto, en un bocado. Ver cómo Pedro integró estas piezas en su puesta en escena fue emocionante: una sinergia entre cocina y tejido, entre innovación y memoria.

Gracias, Pedro, por confiar en mi trabajo y por dar visibilidad a lo hecho a mano, a lo local, a lo que nace de un oficio con raíces.